domingo, 5 de mayo de 2013

La Violencia Siempre es una Opción (según Orlanth)


Otra historia escrita hace algunos años sobre las andanzas de mi PJ jugando Sartar Rising. Con esta me lo pasé bastante bien escribiendo. El resultado final cojea en algunos puntos, pero en general, estoy contento con el resultado.

Por cierto, como lo escribí algún tiempo después de jugar la escena descrita, algunas cosas no quedaron muy bien en mi memoria. De hecho, creo que incluso equivoqué el nombre de la población. Lo que se cuenta aquí no ocurría en realidad en Alda-Chur, que está demasiado al norte y creo que no forma parte del Reino de Sartar (nuestro clan también estaba cerca de la frontera norte de Sartar, dicho sea en mi descargo), sino en otra ciudad, no recuerdo ahora el nombre. No lo corrijo porque así fue como lo escribí originalmente y así se quedó.



DUELO EN ALDA-CHUR

Dangmar se encontraba terriblemente indignado, casi furioso. La parodia de juicio a la que se habían entregado las autoridades lunares y los despreciables traidores del Clan del Roble Negro le habían hecho perder los estribos, y parecía que ahora estaba a punto de pagar las consecuencias, observó mientras se veía rodeado por varios miembros de la guardia de la ciudad. Los malditos sonreían ante la perspectiva de poder dar una paliza a un orlanthi desarmado. Qué sabrían ellos.

Todo había empezado a causa del feudo que enfrentaba al clan de Dangmar, la Fuente de los Héroes, con el Roble Negro. Uno de estos había cometido nada menos que un asesinato, mientras era invitado en el salón de la jefa de su clan, el justamente conocido como Fuente de Héroes. Que tanto el asesino como la víctima hubiesen sido invitados del clan hacía de tan deleznable acto algo más que un crimen; era un sacrilegio, una flagrante violación de las sagradas leyes de la Hospitalidad.

La rabia y la vergüenza cubrieron a todos los miembros del clan, que contemplaron como aquellos que habían dado la espalda al Padre Orlanth para adorar a los indolentes dioses del Sol se burlaban y aprovechaban de las mismas costumbres que, apenas unos años antes, ellos mismos habían respetado. Sin embargo, la difícil situación que atravesaba la tierra de Sartar, ocupada por los decadentes lunares, había obligado a los ultrajados orlanthis a recurrir a procedimientos legales ajenos a sus usos y costumbres. El Roble Negro contaba con el favor de las tropas de ocupación del odiado Imperio Lunar, lo que volvía inviable la opción de atacarles a sangre y fuego, como sugirieron algunos. Así que no quedaba otro remedio que poner a prueba la justicia que “hacía iguales a todos”, según proclamaban los propios misioneros lunares. Llevaron su causa hasta el gobernador de Alda-Chur, la ciudad más cercana, donde se encontraban las autoridades lunares dotadas de poder para juzgar a los sometidos orlanthis de la región.

Visto lo que ocurrió después, aquello no parecía tan buena idea. El gobernador, Euglyptus, un gordo indolente, parecía completamente despreocupado por el juicio. Ya puestos, parecía completamente despreocupado por cualquier cosa que no fuese la pata de cordero que sostenía entre sus gordezuelos dedos y la copa de vino siempre llena, gracias a los esclavos de los que se rodeaba para evitar cualquier esfuerzo, por pequeño que éste fuera. Pero lo peor de todo fue lo que hicieron los traidores del Roble Negro. ¡Un abogado! ¿Qué era eso de un abogado? ¡Alguien que mentía con palabras complicadas, que se deslizaba con sus argumentos para esquivar siempre la verdad! Honor y Justicia, esas eran las sencillas verdades a las que Dangmar, como fiel seguidor del valiente Humakt, se había entregado desde su nacimiento. ¡Y el abogado se atrevía a hablar de “contrato” como si así pudiese negar que se había violado la ley de la Hospitalidad!

Para Dangmar aquello había sido el colmo. Toda la farsa que se desarrollaba ante sus ojos había terminado por hacerle perder el control. Pero tampoco había sido para tanto. Lo único que había hecho había sido arrancar un pellejo de vino de las manos de uno de sus compañeros de clan, para después arrojárselo en la cara al abogado de lengua viperina. Es lo mínimo que habría hecho cualquiera con sangre en las venas, al escuchar semejante sarta de necedades y embustes vomitados por la boca del leguleyo.

Claro está, las autoridades que regían el juicio no lo habían visto así. En cuanto el pellejo de vino abierto golpeó y empapó a uno de los ayudantes del abogado –encima había errado el tiro- el propio gobernador ordenó a los guardias que desalojaran a Dangmar del salón en el que se desarrollaba toda esa pantomima a la que llamaban juicio. Varios guardias le rodearon y le instaron a salir, entre los gritosos de orlanthis y yelmalitas, que respectivamente animaban y abucheaban al joven humakti. Dándose cuenta de que negarse de cualquier manera sólo contribuiría a empeorar la situación para los suyos, el orlanthi accedió a abandonar el lugar.

Pero sólo a eso. En ningún momento el gordo que dirigía a los lunares había dicho nada sobre que le llevaran a un calabozo y le diesen una paliza. Y los sonrientes guardias parecían estar preparándose precisamente para eso. Eran varios, y se golpeaban las palmas de sus manos con los duros garrotes que sostenían. Él estaba sólo, y desarmado, o así parecía. Pero qué sabrían ellos.

-Por aquí me vendría bien un poco de ayuda. ¿Qué tal si te das algo de prisa en llegar? –pronunció las palabras con la voz de su mente.

-Tranquilo, amor mío. Enseguida estoy contigo. Pero me temo que estoy llamando un poco la atención-.

Efectivamente, pronto comenzó a oírse un murmullo agitado de voces sorprendidas, provenientes del extremo de la calle. Algunos guardias giraron la cabeza para ver de qué se trataba. Dangmar contempló con satisfacción como se les abrían los ojos y las bocas al ver una enorme espada de doble puño, de oscuro acero, flotando en el aire en su dirección. La gente se apartaba rápidamente del camino del arma, mientras la señalaban con la mano, asombrados. Los más atrevidos incluso la seguían, curiosos por el destino al que se dirigiría aquella maravilla. La sorpresa de los guardias hizo que nadie reaccionara mientras el arma se deslizaba en el interior de la mano abierta de Dangmar con un leve sonido de satisfacción felina.

Sintiéndose mucho mejor ahora que Beso Afilado estaba con él, el guerrero humakti miró a los guardias. -¿Y bien? ¿Qué es lo que queríais de mi?-

Los yelmalitas se miraron los unos a los otros, indecisos ahora que la cosa no se les presentaba tan fácil. Todos sabían que los humakti eran invariablemente hábiles espadachines, y el espectáculo de la espada flotante sugería que se enfrentaban a alguien fuera de lo corriente.

Pero entonces se abrió la puerta de la casa de la guardia, y de allí salió, agachándose para poder pasar por la puerta, el tipo más grande que Dangmar había visto en su vida. Un verdadero gigantón vestido con toda la panoplia de un guerrero solar, armado con una enorme maza, que blandía con gran facilidad. Sonrió con suficiencia a los presentes, y sus compañeros prorrumpieron en vítores ante su llegada. Juntos corearon su nombre: “¡Oscru!¡Oscru!¡Oscru!” Dangmar tuvo que esforzarse para no tragar saliva mientras contemplaba al tipo. El humakti era alto, pero si miraba de frente al otro, se encontraba con que donde normalmente vería los ojos de un rival, ahí estaba el pecho del tipo. Para mirarle a los ojos tenía que mirar bastante más arriba.

-Es muy grande –le llegó la voz mental de Beso Afilado -Tu victoria contra tamaño enemigo te cubrirá de gloria, amor mío.

-Sí, bueno –respondió Dangmar. Viendo el tamaño de la maza pensaba que se iba a cubrir de algo, pero no precisamente de gloria -Esto de luchar con el tipo más duro del lugar al que vayamos se está convirtiendo en una costumbre. Por lo menos parece que no tendremos que hacer frente a nadie más,-.

En efecto, el resto de los guardias se había echado atrás, formando un círculo, junto con la multitud de curiosos que se felicitaba por ver el duelo entre dos tipos que aparentaban ser grandes guerreros. Algunos jaleaban al guardia solar, que evidentemente contaba ya con una reputación de imbatible dentro de los muros de la ciudad, mientras que otros animaban al humakti a que le diera una paliza al mayor matón de la comunidad. Después de todo, también él podía tener un aspecto temible. Con la cabeza afeitada, la piel cubierta de cenizas y los diseños de runas de Muerte y Honor en rostro y extremidades, Dangmar estaba acostumbrado a que mucha gente se apartase con un escalofrío cuando él se acercaba. Ser un devoto adorador de la Muerte solía tener ese efecto, cosas que pasan.

Los contendientes estaban separados todavía por algunos metros. Dangmar se preparó para hacer una finta en cuanto el gigantón cargase contra él. Pero el otro tipo le sorprendió. Elevando su maza al aire mientras entonaba una breve plegaria a alguno de sus estúpidos dioses, hizo que un rayo de luz ardiente cayera justo sobre su adversario. El humakti apenas tuvo tiempo de apartarse de un salto justo a tiempo para impedir que el calor le achicharrara, perdiendo momentáneamente la guardia, presa del fulgor deslumbrante y de un calor tan intenso que resultaba aturdidor. Sólo entonces fue cuando el otro cargó. Fuera de guardia, a duras penas pudo Dangmar agacharse para impedir que la pesada maza le arrancara la cabeza de cuajo. A la desesperada, lanzó un tajo con su espada, describiendo un círculo que obligó al guardia a saltar hacia atrás. El breve respiro que logró así le dio tiempo para recomponer su postura. Aunque volvía a estar preparado para luchar, los ojos se le iban de vez en cuando a la porción de suelo chamuscado que había dejado la magia del solar. Intentó que su aprensión no se reflejase en su mirada –No le demos tiempo a que lo intente de nuevo, Beso Afilado –dijo mentalmente a su arma -Enseñémosle lo que sabemos hacer-.

Cargó contra su rival, que se defendía con un enorme escudo de madera forrado con bronce. Era bueno blandiendo su maza, pero Dangmar también lo era, manteniéndose a la altura de su rival, pese a ser mucho más joven. Miedos y sarcasmos se desvanecieron, quedando únicamente el instinto y la gozosa sensación de la lucha honorable. Había nacido para empuñar una espada. Los cortes y estocadas eran la forma en que proclamaba su devoción a Humakt y su amor por Beso Afilado. Se sentía vivo cuando otorgaba la muerte a los demás. Pronto comenzó a ganar terreno, obligando al gigantón a retroceder, poniéndose a la defensiva. Un par de golpes más y estaría acabado.

O quizá no. El tipo parecía a punto de caer, pero en el momento en que Dangmar pensó que ya tenía la victoria al alcance de la mano, dejando caer su espada para dar un último golpe mortal, el solar levantó su maza para bloquear el ataque, y a continuación cargó contra el humakti valiéndose de su escudo.

-Se supone que una maza sirve para dar golpes, y un escudo para detenerlos, ¿no? –pese a haber conocido a Beso Afilado toda su vida, Dangmar nunca estaba seguro si comentarios como este eran fruto de un retorcido sentido del humor o una mera observación de los hechos más obvios -Ponte en guardia, antes de que te aplaste como a una cucaracha mientras estás en el suelo-.

El golpe había dejado sin respiración a Dangmar, que cayó pesadamente contra el suelo, lanzando ataques a ciegas con la esperanza de mantener a raya a su enemigo el tiempo suficiente como para ponerse de nuevo en pie. Pero el otro se mostraba firme tras su escudo, esperando el momento de esparcir los sesos del humakti caído por el suelo y cubriéndose atentamente de cualquier golpe de la espada.

Eso era. Había cometido el mismo error que un momento antes había dejado a Dangmar en su penosa situación, cuando éste se sorprendió al ver como maza y escudo intercambiaban sus papeles habituales. Usando la espada como señuelo, distrajo la atención del guardia. Éste se mantuvo lo bastante pendiente del arma como para no fijarse en la bota del orlanthi hasta que ésta se hundió profundamente entre sus piernas de una tremenda patada. El golpe fue tan fuerte que Dangmar incluso podría jurar que había levantado al gigantón un par de centímetros del suelo. Muchos de los presentes, tanto yelmalitas como orlanthis, hicieron muecas de dolor, compadeciéndose del guardia. El solar ni siquiera intentó mantenerse en pie. Cayó pesadamente mientras las primeras lágrimas le comenzaban a salir a raudales.

"-¡Ouch! Eso le ha tenido que doler
al guardia yelmalita."
-Eso no ha sido muy honorable que digamos. Y se supone que soy yo quien da los golpes. –dijo Beso Afilado. Dentro de la cabeza del guerrero, la voz del espíritu de la espada sonaba enfurruñada.

-Anda, cállate-. Dangmar se puso rápidamente en pie, con la respiración todavía agitada, contemplando al guardia derribado en el suelo. Tenía aspecto de ponerse a vomitar en cualquier momento, mientras las lágrimas salían a borbotones de sus ojos y sus manos cubrían –algo tarde para servir de algo- la zona afectada por la bota. Pensó en acabar con sus miserias allí mismo, valiéndose de su espada, lo que daría un final más digno a la lucha. Además, pensaba mientras miraba el rostro lloroso del solar, que seguía en posición fetal, retorciéndose en el suelo, probablemente el tipo le daría las gracias por ello. Pero una mirada en derredor suyo le persuadió de hacerlo. Los otros guardias todavía parecían intimidados por el guerrero que había derrotado a su campeón local, pero estaban recuperando el valor con rapidez, animados por el número. Y si empezaba a luchar contra ellos daría tiempo al gigantón a recuperarse, lo que pondría las cosas abrumadoramente difíciles. Ahora mismo no tenía muchas ganas de que le cogiesen prisionero, sobretodo cuando ese tipo se recuperara lo suficiente como para buscar algo de venganza.

-Matémosles a todos –le animó Beso Afilado. -No son rivales para nosotros, acabemos con ellos-.

-Tendrá que ser en otra ocasión. Si empezamos a matar guardias, nuestra gente acabaría sufriendo represalias. Debemos pensar en la responsabilidad que tenemos para con el clan que nos acoge. –También le preocupaba la posibilidad de perder la pelea –y aún más lo que pasaría después de eso-, pero no estaba dispuesto a discutir tales detalles con Beso Afilado. La espada siempre estaba convencida de que eran invencibles, y nunca había podido persuadirla de lo contrario.

-Humf –El refunfuño del arma demostraba lo poco interesada que estaba en las consecuencias que pudiese arrostrar el clan a causa de unas pocas muertes. -Está bien, pero prométeme que tendremos otra oportunidad de acabar lo que hemos empezado aquí-.

-Lo juro –la promesa iba en serio. Dangmar sentía que en algún momento tendría que volver a luchar contra el campeón solar-.

Antes de que los guardias pudiesen decidirse a atacar, el guerrero orlanthi describió un amplio arco con Beso Afilado, obligando a yelmalitas y curiosos a apartarse, abriendo un hueco en el círculo que había rodeado a ambos combatientes. Aprovechando el momento salió a todo correr. Los guardias comenzaron a perseguirle, pero sin poner mucho entusiasmo, seguramente aliviados de no tener que pelear con el humakti. Dangmar estaba seguro de que no tendría problemas para salir de la ciudad. Lamentablemente, no podría esperar al resto de sus compañeros de clan, y esperaba que lo ocurrido no redundara en demasiadas consecuencias negativas para los suyos, pero el daño ya estaba hecho y no valía la pena lamentarse. Además, para cuando salió de la sala donde celebraban la parodia de juicio, ya era evidente que los lunares no iban a impartir mucha justicia. Las cosas no podían ponerse peor ¿verdad? 

***

Evidentemente, sí fueron a peor, claro. Pero al final los PJ acabaron triunfando.

3 comentarios:

  1. Hola, era Alda-Chur :) No jugamos en Sartar propiamente dicho. Ahora el que no se acuerda soy yo :D. Creo que la zona de Alda-Chur cuando cae Tarsh pide digamos cobijo a Sartar, aunque con Puño de Hierro creo que se mantiene con cierta autonomía.

    Saqué la información y digamos la ambientación de esta zona creo que de la siguiente página.

    http://myth-o-logic.org/glorantha/on-snakepipes-edge/bluefoot-orlanthi/

    Fue un punto de partida que creo modifiqué según me convenía.

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    1. Tomo nota. En su momento me comentaste que no era esta población, así que pensé que me había confundido. En fin, hará unos cinco o seis años de aquellas sesiones.

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    2. Pues igual tienes razón. Igual fue en Alone (creo que se llama así). Lo que es seguro es que es en la zona de Alda-Chur.

      Por cierto, ya han retrasado la guía de Glorantha para Agosto, vamos, lo normal y nada raro :D. Lo curioso es que dicen que la parte de palamtela es un 50% más grande que la de Genertela...

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